jueves, 4 de agosto de 2011

No creo en los fantasmas pero les tengo miedo

No sé qué los fantasmas no existan, yo creo que no existen o, al menos quiero creer que no existen, pero no estoy segura. De día creo que no existen, pero cuando se hace de noche…
Estoy casi convencida de que no existen. O, si no estoy convencida, es igual; tengo miedo de que existan. No he visto ninguna vez ninguno, pero eso no significa nada, tampoco he visto ninguna vez Júpiter, pero creo que existe, ya que lo dicen los que entienden de esas cosas y hay evidencias que lo demuestran. Pero también los que entienden de fantasmas dicen que existen y también están los que dicen que los han visto y que tienen evidencias que lo demuestran.
Uno no puede creer en lo que quiere, sino lo que las evidencias de que dispone le hacen creer. Personalmente no tengo ninguna evidencia a favor de la existencia de los fantasmas pero tampoco en contra.
El miedo y las creencias están unidos, ya que estar equivocados podría resultar muy peligroso
No estoy segura tampoco de que no podamos hacer nada para creer algunas cosas o dejar de creerlas. Cuando yo creía en los Reyes Magos, muchas veces veía o pensaba cosas que, me hacían pensar que no existían. Pero enseguida intentaba quitarme de la cabeza esos pensamientos. Me convenía creer. La gente cree porque quiere creer, porque necesita creer. La creencia no depende de la voluntad y sí depende de la voluntad. Las personas tenemos cierta tendencia a querer que nos muestren enseguida la verdad, a no tener que esforzarnos para obtenerla. Preferimos creer lo que sea, que no que nos vengan planteando problemas y obligándonos a tenerlos en cuenta. Preferimos una verdad a medias pero cómoda antes que una verdad que nos cueste esfuerzo conseguir. Si además, después nos dicen que ésa tampoco es la verdad única e incuestionable, entonces ya nos desesperamos o nos enfurecemos.
Mientras no haya una evidencia definitiva en contra de una posible creencia, la voluntad puede ejercer algún papel, pero cuando ya es definitiva, la voluntad no puede hacer nada. Pero vamos a un caso en el que no hay evidencia definitiva. Las personas a las que les desaparece un familiar, la gente que lo busca cree que el niño ha muerto, mientras que su familia piensa que está vivo, la voluntad puede influir en nuestras creencias. Cuando no hay evidencias concluyentes lo que queremos puede influir en lo que creemos, ante las mismas evidencias, unos y otros pueden creer cosas diferentes sobra una misma cuestión dependiendo del interés que tenga, dependiendo de su voluntad. Si nos metemos en temas políticos podemos ver como de diferente es la interpretación dependiendo de la tendencia política. En el fútbol, lo que es un penalti claro para los de un equipo no lo es tanto para los del otro. A pesar de todo eso, yo pienso que la voluntad no tiene tanto que ver con las creencias como pueda parecer.
El problema es que la creencia no es una cuestión de sí o no de no, de todo o nada. Creer una cosa no quiere decir creer que la contraria no sea posible, cuando creemos algo, si no estamos completamente seguros, pensamos que lo contrario podría ser verdad. Cuando lo más probable no es lo que más nos conviene, pero lo contrario no está completamente descartado podemos hacer algo para que lo que queremos aparezca como más probable de lo que parece. Podemos buscar razones, posibilidades, podemos actuar para que nos parezca más verosímil.

No hay comentarios:

Publicar un comentario